Desde el principio, el joven Lorenz había descubierto su amor por los animales. En la casa de sus padres en Altenberg, Austria, había más que suficiente: perros, monos, gansos, patos y muchos más. Lorenz estudió primero el comportamiento de los cuervos, que terminó en un entorno natural. Observó su cortejo, apareamiento, la eclosión de los pichones y su primer vuelo.